EL SÍNDROME DEL NIÑO HIPERREGALADO

EL SÍNDROME DEL NIÑO HIPERREGALADO

La Navidad está a la vuelta de la esquina, las luces de colores inundan las calles de ciudades y pueblos y en cualquier rincón se respira la magia de la Navidad. Son las fiestas por excelencia, sobre todo para los más pequeños que cuentan los días para que llegue Papa Noel o los Reyes Magos. Son días para pasar en familia, compartir con los demás y sacar a relucir valores que el resto del año quedan olvidados en algún rincón de nosotros mismos. Los anuncios en los medios de comunicación también ayudan a fomentar ese espíritu navideño de solidaridad, comprensión y compasión.

Sin embargo, a pesar de estos valores tan altruistas que envuelven la Navidad, hay un aspecto que brilla por encima de todos ellos. Y es sin duda la tradición de regalar. Un regalo es algo que le damos a alguien que apreciamos sin esperar nada a cambio, genera ilusión, agradecimiento y alegría. Pero, ¿por qué entonces algunos niños no reaccionan así ante un regalo? ¿por qué encontramos respuestas de contrariedad cuándo no hemos acertado con el regalo? Frases como “yo quería el otro juego”, “no me gusta”, “ya lo tengo”, “no está mal, pero me gusta más el de mi hermano“, se escuchan en muchas ocasiones en los hogares la mañana de Navidad o el día de Reyes.

La explicación a estas reacciones la tiene el Síndrome del Niño Hiperregalado , se trata de un término que explica cómo algunos niños que reciben multitud de regalos acaban por acostumbrarse a ellos y por lo tanto no le dan importancia y además se vuelven más exigentes, egoístas y desagradecidos. En ocasiones, los padres, se sienten culpables por no pasar más tiempo con sus hijos e intentan solucionar esta carencia con regalos, con la idea de compensar el tiempo perdido.

Las consecuencias que acompañan a un niño que recibe demasiados regalos se pueden resumir en:

  • Pérdida de ilusión. Sin duda el objetivo principal de un regalar es ilusionar a quien lo recibe. Esto solo se produce si es algo excepcional y no habitual.
  • Reacciones emocionales inadecuadas. Si un niño recibe todo lo que quiere, cuando no lo consiga se va a enfadar, es decir, presentará baja tolerancia a la frustración.
  • Imaginación pobre. Cuando los niños tienen de todo, no necesitan imaginárselo. La imaginación es una característica propia del niño, pero cuando tiene numerosos videojuegos y multitud de juguetes queda relegada a un segundo lugar. Es importante que puedan desarrollarla y para eso hay que permitir que los niños se aburran.

Así pues, parece claro que estas Navidades no debemos caer en el error de inundar a nuestro hijos con un sinfín de juguetes que en menos de una semana quedarán olvidados en el fondo del armario.

Sara Cantavella, Psicología Camins

 

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