LA EPIDEMIA DEL BUENRROLLISMO

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LA EPIDEMIA DEL BUENRROLLISMO

Que la adolescencia es un periodo de cambio es obvio, que durante estos años reina el caos y las inseguridades es inevitable y que los adolescentes prueben cosas nuevas, hagan nuevos amigos y defiendan causas perdidas y a veces no tan perdidas es señal de que están atravesando esta etapa con acierto.

A los padres les resulta complicado aceptar algunos de estos cambios. Y esto también es natural. Ellos ya no están en esta etapa, ahora les toca poner restricciones, decir que no más veces de las que les gustaría y horrorizarse cada vez que su “niña” suelta un taco, cuando ellos lo han hecho innumerables veces cuando tenían su edad y lo más probable es que aun lo hagan. Los adolescentes de hoy, al igual que los adolescentes de ayer, buscan un lenguaje propio con el que identificarse y diferenciarse. En este sentido ser adolescente en este milenio no es tan diferente a serlo en el siglo pasado.

Sin embargo, en la actualidad existen dos fenómenos que antes no tenían lugar de la misma manera. El primer fenómeno es el del “buenrrollismo”. Hoy en día nos encontramos que los adolescentes presentan una baja tolerancia al sufrimiento. Vemos en muchos de ellos pobreza en la gestión de las emociones desagradables. Presentan dificultad para canalizar el miedo, torpeza en el manejo de la ira o negación a sentir tristeza. Creemos que en los últimos años la cultura del optimismo y la positividad ha inundado nuestras redes sociales, siempre nos dan los días con fotos que invitan a una sonrisa y animan a comerse el mundo. Y esto, que en principio parece un buen comienzo, choca de forma frontal con los sentimientos de miedo, ira o tristeza que también tenemos en muchas ocasiones y que sin darnos cuenta no nos permiten sentirlos. El buenrrollismo constante nos ahoga y provoca, sin darnos cuenta, un bloqueo emocional que tiene consecuencias emocionales a medio-largo plazo en forma de ansiedad y depresión.

El segundo fenómeno que hemos constatado y que diferencia a los adolescentes de ahora de los de ayer es el del “perfeccionismo”. Nos encontramos redes sociales repletas de fotos e imágenes que potencian la negación de la imperfección, el rechazo a lo natural y menosprecian las consecuencias del inevitable paso del tiempo. Las redes sociales se han vuelto un escaparate al mundo, cuidamos hasta el más mínimo detalle de lo que publicamos porque así nos verán los demás, sin olvidarnos que la mayoría de las veces, quién aparece en la foto se aleja mucho de quién en verdad somos. Esto no solo lo hacen los jóvenes, que levante la mano quien no haya seleccionado alguna vez la mejor foto para que todos vean lo maravillosos que somos. Sin embargo, las consecuencias de este fenómeno son más preocupantes en los adolescentes. Ya que, como decíamos al principio, es una etapa de cambios y también de mayor inestabilidad emocional. No olvidemos que la búsqueda de la identidad comienza en estos años, y que si confunden lo que quieren ser con lo que quieren que los demás vean en ellos, se pueden encontrar con un dilema difícil de resolver.

En definitiva, tratemos con normalidad los efectos naturales de la adolescencia, no le demos más importancia de la necesaria a los tacos de nuestros hijos o a las discusiones por la hora de volver a casa. Lo verdaderamente importante es centrar nuestros esfuerzos en ayudarles a salir del peligro del perfeccionismo y el buenrrollismo.

Podemos ayudarles si todos intentamos cada día salirnos un poquito del perfeccionismo, si nos atrevemos a publicar una foto imperfecta pero real y si permitimos que afloren la tristeza o el miedo cuando los sintamos. Tenemos que mostrarles que no siempre es posible el buenrrollismo y que a veces podemos estar de mal humor sin tener que sentirnos juzgados por ello.

Sara Cantavella, directora de Camins.

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